Allá por tiempos inmemorables, en lo alto de un cerro,
construyeron un castillo y lo rodearon de una fortaleza para el disfrute
tranquilo del Rey. Pero aquel bucólico y bello lugar no tardó en ser motivo de
codicia y continuos intentos de conquista. El rey vivía con su amada Reina, su
único hijo: el príncipe Guillermo, y su mascota: un loro llamado Yago.
Con motivo del decimoquinto aniversario del nacimiento del duque
Guillermo, el Rey y la Reina decidieron organizar un gran baile en honor a su
hijo. Acudieron familiares desde todos los reinos para agasajarles con regalos
de lo más variopintos. Desde Asia trajeron elefantes, desde la lejana Persia,
unas alfombras y desde África unos graciosos pingüinos que parecían vestidos
para la ocasión.
Llegó el momento de soplar las velas y cuando la tarta
estaba en frente del príncipe, un hombre
vestido de negro se abría paso muy apresuradamente hacia la salida. En sus
brazos llevaba la apreciada mascota real, su perro Yago. El rey llamó a los
guardias que…